El hecho de que nuestros hábitos diarios influyen en nuestras finanzas es algo que prácticamente nadie discute. Pero si, además, estos se ven afectados por modas pasajeras o por influencias externas, el impacto puede ser aún mayor. ¿Por qué? Por el denominado efecto bandwagon o efecto arrastre, que hace que te dejes llevar y no tomes decisiones "racionales".

El efecto bandwagon es un sesgo cognitivo (proceso psicológico que causa una alteración en el procesamiento correcto de la información) que, en este caso, hace que adoptemos un comportamiento gregario y hagamos lo que hace la mayoría, sin plantearnos si es o no una buena decisión para nosotros. De hecho, la psicología conductual postula que cuanto mayor sea el número de personas que hacen una cosa, más probabilidades hay de que les siga la mayoría.

Erosión de las finanzas personales

Si este efecto arrastre lo aplicamos a nuestras finanzas personales, las consecuencias pueden llegar a ser graves. Incluso en los gastos más habituales. Por ejemplo, al hacer la compra en el supermercado, ¿por qué elegimos unas determinadas marcas? En algunos casos, sí obedecerá a una cuestión de calidad o precio, pero, ¿y en otras? ¿O por qué compramos en determinadas tiendas que se ponen de moda? Puede ser porque lo hemos visto en nuestro entorno, en las redes sociales o porque nos lo han recomendado varias personas.

Evidentemente, acometer estos gastos – en algunos casos innecesarios- impacta en nuestras finanzas reduciendo el porcentaje que podemos destinar a ahorro o inversión e incluso erosionando nuestras cuentas hasta tal punto que nos suponga entrar en terreno negativo.

Arrastre en las inversiones

Asimismo, este efecto también se experimenta en el terreno de las inversiones, como se ha comprobado en diversas ocasiones en los mercados. Por ejemplo, cuando en momentos de pánico los inversores venden de forma masiva, aunque los fundamentales no lo justifiquen. También sucede lo contrario, cuando los informes de los analistas avalan la inversión en determinadas compañías y aumenta la demanda, elevando a su vez el precio de la acción.

No hay que olvidar tampoco el atractivo que alcanzan de repente determinados productos, como sucede ahora, por ejemplo, con las criptodivisas, en las que muchas personas están invirtiendo, aunque no sean inversores habituales en otros productos.

¿Cómo podemos evitarlo?

Aunque este efecto podríamos decir que "anula" nuestro juicio, para evitarlo es clave pensar de manera racional y analizar las decisiones que vamos a tomar. Así, antes de acometer una acción, podemos hacernos unas preguntas sobre lo que vamos a hacer para tratar de averiguar a qué obedece: ¿por qué debemos hacerlo? ¿qué beneficios y desventajas tiene?

En el caso de las inversiones, deberíamos plantearnos ¿en qué se justifica?, ¿qué estudios o análisis avalan la decisión que vamos a tomar?, ¿cuál es el perfil riesgo-retorno? En este caso, contar con un experto o delegar las inversiones también ayuda, ya que será este quien tomará las decisiones de forma racional y adecuada a nuestros objetivos, así como en base a un mayor conocimiento de los activos.

Por tanto, aunque está claro que las modas o los comportamientos que vemos a nuestro alrededor condicionan inevitablemente nuestros hábitos y decisiones (psicológicamente el ser humano necesita tener cierto sentimiento de pertenencia a un grupo), si queremos salvaguardar nuestras finanzas personales debemos ser más racionales y guardar cierta distancia antes de tomar una decisión que pueda tener un impacto (quizá irremediable) en nuestras finanzas.


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