Desde la entrada en vigor de la normativa MiFID II en 2018, la gestión discrecional de carteras de inversión ha experimentado un crecimiento exponencial. Sin embargo, muchos inversores aún desconocen en qué consiste y cuáles son sus principales ventajas y, por ende, las claves de su éxito.

¿En qué consiste la gestión discrecional?

La gestión discrecional es un mandato de gestión a través del cual se otorga permiso a los profesionales de una entidad para que gestionen el patrimonio. Es decir, supone un contrato por el que se delega la gestión. A través de este, el gestor tiene potestad para mover la cartera como considere adecuado, en línea con el perfil de riesgo del cliente, en función de las circunstancias de mercado, sin necesitar la autorización previa del cliente para cada movimiento. Esto permite ganar agilidad y flexibilidad y, por tanto, capturar de forma más eficiente las oportunidades de mercado.

Estas carteras suelen estar constituidas en su mayor parte por fondos de inversión debido a la ventaja fiscal que ofrecen estos productos, que permiten traspasar sin pagar peaje fiscal, es decir, no se tributa a Hacienda hasta que no se ejecuten las plusvalías. Además, la independencia del gestor no resta ni mucho menos transparencia, ya que los inversores están permanentemente informados y reciben comunicaciones periódicas sobre la composición y la valoración de la cartera. A ello hay que añadir que, a través de las apps o plataformas de las entidades, se puede monitorizar constantemente la inversión.

Cada perfil de riesgo, con su cartera de inversión

Asimismo, no todas las carteras valen para todos los clientes y es el perfil de riesgo del inversor el que marca en qué cartera estará encuadrado. Las entidades ofrecen hasta cinco carteras correspondientes a los diferentes perfiles (de más conservador a más arriesgado), las cuales están compuestas por diversos fondos de inversión. Para que esta clasificación sea lo más idónea posible y las estrategias de inversión se adecúen a las necesidades del inversor, se realiza un test de idoneidad. En el mismo, se preguntan una serie de cuestiones sobre los conocimientos y experiencia, los objetivos de inversión o la situación financiera, y en base a esas respuestas se determina el perfil de riesgo y se le incluye en una cartera u otra.

¿Cuánto cuesta que inviertan por ti?

Una de las preguntas más frecuentes que se realizan los inversores es cuánto cuesta delegar la gestión. En la gestión discrecional, los inversores pagan una comisión de gestión explícita, que varía en función de la entidad y del patrimonio invertido. Además, dado que el servicio de gestión discrecional implica asesoramiento, también hay que abonar IVA. No obstante, aunque esto pueda resultar a priori un servicio más caro que la gestión tradicional, puede suceder que estos costes se vean compensados por una de las grandes cualidades de la gestión discrecional, como es el hecho de que siempre acceden a las clases más baratas de los fondos de inversión. Así, se puede llegar a dar la circunstancia de que las comisiones de la gestión discrecional sean más bajas que las de comprar directamente cada fondo.

La gestión discrecional ha permitido democratizar el asesoramiento y la gestión más profesional, que, hasta hace poco, estaba reservada para altos patrimonios, ya que eran los que podían permitirse abonar estos servicios. Además, en muchos casos, dicha gestión delegada se canaliza a través de Roboadvisors o gestores de cartera automatizados, cuya automatización suele permitir que los servicios tengan un coste aún menor para el inversor.


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