"La medida de la inteligencia es la capacidad de cambiar" Albert Einstein

Acabamos de cambiar de año, y en realidad, como decía Heráclito, lo único realmente seguro en la vida son los cambios. Vivimos en cambio permanente, de entornos, personas, nuevos días, meses, años...

El cuerpo humano se modifica y renueva constantemente. Según el Doctor Jonas Friessen1 los 37 billones de células que componen nuestro cuerpo están en permanente renovación. El sistema inmune, por ejemplo, muta en 4 días de media, la piel en 30 días, el hígado entre 6 meses y 1 año, los huesos en 10 años o los músculos en 15. El cambio, por tanto, es un proceso natural, un principio biológico y, además, es nuestro hábitat, recordemos que somos fruto de toda la historia de la evolución humana.

Y, sin embargo, nos cuesta cambiar, aceptar las diferencias y dar la bienvenida a novedades, y, lejos de promoverlo, solemos resistirnos a lo desconocido. Todo cambio implica dejar ir, y también supone aceptar la incertidumbre, no en vano, al cerebro humano le gusta más lo conocido. Cambiar supone un esfuerzo, y lleva consigo plantear nuevos límites y a menudo, aceptar resultados no previstos. Por eso, muchas veces elegimos quedarnos en una zona donde, aunque no estemos del todo bien, nos negamos a pagar el precio para poder llegar a una mejor.

Hay cambios programados, deseados, buscados, para los que nos hemos preparado durante un tiempo, es el cambio consciente, ese que emprendemos con ilusión y en el que ponemos todas nuetras ganas. Estos cambios, que modifican nuestro cerebro, la ciencia lo llama "neuroplasticidad"2: transformaciones que parten de un ejercicio profundo de toma de conciencia.

Pero hay veces que la vida nos pone patas arriba, son los cambios imprevistos, esos que nos sumergen en el temido caos, situaciones que descontrolan nuestro mundo y aceleran cambios en nuestro mapa mental. La psicología nos dice que, aunque nos cueste, debemos abrazarlos. Quizás son el cambio inconsciente para el que estamos más preparados de lo que creemos, pero no somos conscientes de ello. Llega de golpe precipitando la toma de decisiones. No te preocupes tanto, del caos suele nacer el orden verdadero. El caos sirve también para darnos cuenta de que lo peor que puede pasarnos es que no pase nada, a fin de cuentas, que nos pasen cosas es estar vivos.

También hay cambios superficiales. Es el recambio sistemático de cosas y, a veces, de personas, para no afrontar, para no implicarnos ni exponernos, para no llegar a construir. Es el cambio-huida. Pero no te confundas, es solo una vía de escape muy externa que no conseguirá nunca nuestra transformación interior.

No caigas en la tentación de querer cambiar a otros, todos lo hacemos cuando estamos preparados, porque no solo no lo conseguirás, si no que puedes lograr el efecto contrario. Y es que nadie se resiste a cambiar, pero todos lo hacemos a ser cambiados.

Tampoco intentes cambiar lo que no está bajo tu control, solo podrás cambiar lo que depende de ti, para el resto de las cosas, nos toca hacer algo que, aunque valoramos poco, es realmente fundamental: cambiar la manera de verlas. Modificar nuestra actitud y la forma en la que afrontamos, un cambio de punto de vista, es uno de los cambios más profundos e importantes que podemos hacer en la vida.

Siempre hay tiempo de cambiar, nunca es tarde ni pronto, siempre es buen momento para plantearlos. Cuando no estamos bien es obligado, pero también cuando no estamos mal puede ser un buen momento de afrontarlos. No te preocupes por el miedo, la mayoría de las veces, tendrás que hacerlo con él. Si tu vida no es plena, hazlo. Si sientes que no creces, que no aprendes, que todo se repite, hazlo. Si no tienes nuevas metas, hazlo sin dudar. Y si ya has explorado tus límites, hazlo sin pensarlo más. Si crees que tienes sueños sin cumplir, estás ante el motivo más poderoso y el que debería ser el motor definitivo para hacerlo. Cambiar es darte oportunidades, esas que esperas de la vida, y que, en realidad, siempre estuvieron en ti.

La resistencia al cambio es humana, y hasta lógica. Hay que asumir un nivel de riesgo, a veces leve y a veces no tanto, que hay que valorar bien. Los cambios de sustitución más materiales son ilusionantes y más fáciles, pero hay cambios vitales que afectan al área sentimental, familiar y laboral que cuestan mucho más. En estos casos, evalúa el impacto, confirma bien tu decisión, hazla cuando estés convencido, cuida la forma de comunicarla y, sobre todo, da el paso cuando tu motivación esté alineada con tu pensamiento y tu emoción.

Si necesitas ayuda, pídela. Si no sabes por dónde empezar, da el primer paso. Ese va a sacarte de donde estás y te ayudará a percibir información que, en momentos anteriores, no eras capaz de ver. También te permitirá poner en marcha el proceso. Recuerda que el cambio siempre va en cadena; si tú cambias algo, todo cambia a tu alrededor. Y, como decía Ghandi, tú eres el cambio que el mundo necesita.

El año del cambio será ese en el que tú decidas hacerlo. 2024 puede ser una excelente oportunidad.

Feliz Año Nuevo


1Regeneración celular: ¿se renueva el cuerpo humano con los años?
2Actualización sobre neuroplasticidad cerebral

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