El estrés es parte de nuestra vida. Es más, nos hemos acostumbrado a él, e incluso lo hemos integrado como parte de nuestra vida, y eso, por muy normalizado que esté, no es bueno, sano ni normal porque el estrés es causante de gran parte de las enfermedades físicas y mentales que sufrimos.

Sin embargo, no todo estrés es malo, ya que existe un estrés motivador que nos obliga a retarnos y mejorar, y centrarnos en aquel que limita nuestra vida con su consiguiente presión y agobio.

Estresores que generan sobredemanda

El estrés es la respuesta ante un elemento estresor y viene determinado por situaciones de sobreexigencia y sobredemanda tan habituales en la vida actual. Es un término psicológico extraído de la ingeniería y extendido y normalizado por Hans Selye, Director del Instituto de Medicina y Fisiología de la Universidad de Montreal.

Este sobreesfuerzo que supone el estrés pone de manifiesto que, lo que realmente nos agobia, no es un hecho en sí sino todo lo que subyace en el fondo: miedo a equivocarnos, exigirnos demasiado, exceso de control, no conocer ni medir nuestras fuerzas, saturación… demasiadas cosas a la vez mantenidas durante mucho tiempo. Por no hablar de la tan sobrevalorada adrenalina, de la que nos contagiamos en una sociedad muy estimulada, donde la calma es un bien escaso y bastante relegado.

Selye1 expresa de forma clara lo que supone el estrés: un colapso físico y mental derivado de una gestión caótica donde todo es importante y urgente al mismo tiempo, añadiendo, además, que es una excelente forma de sufrir.

El estrés, causante directa o indirectamente del 90 % de las enfermedades

El estrés se manifiesta de manera integral y también nos afecta de manera global, ya que tiene efectos cognitivos, conductuales, emocionales y psicológicos, además de efectos sociales.

Entre sus efectos más claros están la inquietud, dificultad para dormir de forma adecuada, cambios en la alimentación que no ayudan al equilibrio del cuerpo, pensamientos negativos, falta de concentración, irritabilidad, malestar y tensiones musculares. A nivel psicosocial, se dan los extremos, por un lado, la evitación social -que lleva al asilamiento- o su reverso, la búsqueda artificial de tranquilidad en los impactos sociales excesivos.

El estrés tiene una fase de alarma donde claramente vemos sus efectos: los emocionales, que pueden llegar hasta la angustia, y los físicos, que llevan a estados de agotamiento. Pero no solemos detenernos cuándo los sufrimos, más bien al contrario, seguimos generando una resistencia que tiene como consecuencia la extenuación que deriva necesariamente en enfermedad.

Koro Cantabrana, directora del Instituto del Estrés de España, pone de manifiesto en su libro Estrés encubierto2 un dato alarmante sobre el que deberíamos reflexionar: el 90 % de las enfermedades derivan directa o indirectamente del estrés. El estrés consume nuestros recursos físicos, esos que actúan como mecanismos de defensa ante virus y bacterias y que realmente cumplen la función última de garantizar nuestra supervivencia.

Estrés laboral y personal, somos imperfectos y no acabamos de acostumbrarnos

El estrés copa todas las esferas de nuestra vida. El estrés laboral es evidente: Demasiada actividad muchas horas e intensidad y un nivel de exigencia extremo mantenido durante mucho tiempo. El burn-out o síndrome del trabajador quemado en esencia es estrés, y desde 2019 fue declarado enfermedad por la OMS.

Pero también hay mucho estrés personal, un deseo de perfección que nos consume, la obsesión por ser los mejores padres, hijos, parejas, tener el mejor cuerpo, el mejor armario, la mejor casa. Al final, lo que tenemos es una angustia vital que no nos hace disfrutar de lo que tenemos y logramos.

Ante esto, el único antídoto es la tranquilidad, la búsqueda de la calma, el reencontrarnos con nuestra esencia. Mark Black, experto en resiliencia y coach, acierta cuándo afirma que a veces, lo más productivo que podemos hacer, es relajarnos.

Hay técnicas básicas pero muy efectivas como respirar, bajar ritmo, trabajar la relajación corporal muscular o practicar Mindfulness, el programa del John Kabat-Zinn Institute y el Hospital de la Paz de Madrid tiene cada vez más adeptos3: Su objetivo es bajar niveles de ansiedad sin medicación.

Pero también es muy necesario volver a la naturaleza – de ella somos y de ella venimos- encontrar nuestra pasión y entregarnos a ella, trabajar la calidad de nuestros pensamientos y, por supuesto, volver a conectar con los demás con esos 8 abrazos diarios de al menos 20 segundos que recomienda el neurocientífico Paul Zak, profesor de Neurociencia en la Claremont Graduate University.

Olvidarnos del agitado mundo lleno de ruido, bajar el nivel de exigencia y encontrarnos con nosotros mismos.


1Selye, H. (1975). Stress and distress. Comprehensive therapy, 1(8), 9-13.
2Estrés Encubierto: El síndrome silencioso que amenaza sin darnos cuenta | Koro Kantabrana. Editorial Instituto del Estrés.
3REM Volver a casa - Regulación emocional basada en Mindfulness | App para iPhone y Android.

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