"La vida infringe los mismos contratiempos y tragedias tanto en el optimista como en el pesimista, solo que el optimista resiste mejor". Martin Seligman

Si preguntamos a cualquier persona por una aspiración vital, la mayoría diría simple y llanamente: ser feliz.

La felicidad parece una quimera, un sueño, una utopía, incluso algo aspiracional, sobre todo en una sociedad como la actual, con tanto grado de exigencia, en búsqueda constante de una perfección a veces exagerada. Una sociedad que adolece de gran insatisfacción, y todo ello, en el siglo de la salud mental, donde la ansiedad y el estrés están en cotas nunca vistas.

Sin embargo, psicólogos, psiquiatras y expertos en inteligencia emocional y en gestión de emociones dicen que quizá nos estemos equivocando, que la felicidad es una emoción totalmente asequible para cualquier ser humano.

Dice Martin Seligman, padre de la psicología positiva, que la felicidad es cuando no pasa nada extraordinario, que la felicidad es la cotidianeidad, eso que nos pasa cada día, y que sin gran impacto, consigue hacer más agradable nuestra vida.

La psicología positiva1 es una escuela muy reciente, que huye de la dictadura del happy, y basa su filosofía de pensamiento en la valoración del sentido de la vida, eso que los japoneses llaman Ikigai, o dar respuesta a nuestro "para qué" vital, no solo a nuestra profesión y a qué dedicamos nuestro esfuerzo, aunque también. La clave está en la valoración de las cosas pequeñas que nos aportan bienestar a todos los niveles, y el hecho de no pensar tanto en las metas, que a veces incluso nos obsesionan, y disfrutar mucho más del camino porque es ahí donde se producen los aprendizajes, los límites, la superación y, en definitiva, el crecimiento personal.

La felicidad no es alegría, y aquí viene la confusión especialmente en occidente, que equipara emociones agradables, estar bien, contento y feliz, cuando son muy distintas.

La alegría es una emoción primaria, agradable y universal unida a encuentros y logros y que tiene momentos de gran plenitud, pero se alimenta de dopamina, un neurotransmisor que activa el circuito de recompensa (el mismo de las adicciones), lo que quiere decir que si dependemos demasiado de ella, nos puede llevar a la insatisfacción.

La felicidad es otra cosa, es un estado interno, mucho más estable, menos cíclico y que se alimenta de serotonina, una hormona mucho más estable y que funciona como un tranquilizante natural.

Bárbara Fredickson, una de las psicólogas que más ha trabajado la felicidad, dice que es una emoción muy consciente y que, no en vano, se procesa como el resto de las emociones agradables, por el hemisferio izquierdo o racional del cerebro, y que consiste en aprender a ser consciente de todo lo positivo que nos rodea, en mantener la llamada "proporción 3 a 1"2 que se basa en encontrar 3 impactos positivos por cada sensación desagradable.

En este mismo sentido, Rafael Bisquerra3, Catedrático emérito de Psicología de la Universidad de Barcelona, presidente de la Red Internacional de Educación y Bienestar y referencia española en el campo de las emociones, dice que la felicidad se correlaciona con la tranquilidad, con ocupar nuestro lugar en el mundo y estar satisfechos en nuestra piel.

Hace unos años, la neurociencia en un experimento4 de la Universidad de Wisconsin a través de resonancias magnéticas funcionales con 256 electrodos en el cráneo coronó a Matthieu Ricard, un monje budista que, además es doctor en biología molecular por el Instituto Pasteur de París, como el hombre más feliz del mundo. Sin embargo, él no se reconoce como tal, pero sí dice que ha conseguido una vida plena que se basa en la gratitud, en no dar nada por supuesto, en el altruismo, y en eliminar la diferencia entre la expectativa y la realidad.

En este mismo sentido se manifiesta Tal Ben Sahar5, el que fuera mítico profesor de Ciencia de la Felicidad de la Universidad de Harvard, dice que la felicidad es una decisión, es ponerse conscientemente en el lado bueno de la vida, valorando y agradeciendo lo pequeño, aquello de bajo impacto que a veces pasamos por alto: salud, familia, trabajo (con sus buenas y malas rachas), ocio y, por supuesto, el desarrollo personal.

Y mantiene que hay una fórmula para la felicidad, y que es bastante fácil llegar a un resultado más que positivo:

  • El 10 % es entorno, contexto, dónde estamos y en qué situación global. Social, económico, familiar y, por supuesto, laboral.
  • El 50 % es biología, ausencia de enfermedades o propensión genética a alteraciones de ánimo.
  • Y el 40 %, y esto es un dato muy prometedor, es una decisión, es querer.

La felicidad está más cerca de lo que piensas, ¡encuéntrala!


1Instituto Europeo de Psicología Positiva
2Fredrickson, B. L. (2001). The role of positive emotions in positive psychology: The broaden-and-build theory of positive emotions. American psychologist, 56(3), 218.
3Rafael Bisquerra, educación emocional
4Ricard, M., & Singer, W. (2021). Cerebro y meditación: Diálogo entre el budismo y las neurociencias. Editorial Kairós.
5Ben-Shahar, T. (2011). Practicar la felicidad. Plataforma.

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