Estamos en el mes en el que celebramos de forma especial el Día de la Mujer, aunque todos los días deberían serlo. En este mes de homenajes, reconocimientos y reivindicación, es también necesario tomar conciencia sobre nuestro cuidado físico y mental.

A día de hoy, sigue siendo necesario reconocer a las mujeres que ayudaron a construir la sociedad en la que vivimos, que sobrepasaron los límites y desafiaron la historia, convirtiéndose en ejemplos de lucha y superación.

Cómo no recordar a Marie Curie, descubridora del radio, sin el cual las terapias actuales contra el cáncer serían imposibles; o cómo no rememorar aquel 2009, año en el que Elizabeth Blackburn y Carol Greider ganaron el Premio Nobel de medicina y fisiología, modificando todos los conceptos sobre envejecimiento que existían hasta el momento.

Hay mujeres que nos acompañan a avanzar mirando hacia atrás para comprender lo que fuimos y, por tanto, lo que somos. Nombres como el de María Martinón-Torres, Directora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana, o el de Concepción Arenal, que tuvo que hacerse pasar por un hombre para poder estudiar derecho y abrir tantas puertas, son necesarios en nuestra historia. Tan necesarios como los de tantas otras referentes científicas o artistas que cambiaron el arte y la sociedad como Frida Kahlo, Yayoi Kusama, Lita Cabellut, Georgia O´Keeffee o Marina Abramović, madre de la performance que nos enseñó a romper límites de cuerpo y alma . Hay tantas artistas, políticas, directivas, catedráticas, escritoras, deportistas y movilizadoras del cambio social, que es imposible nombrarlas aquí a todas.

Pero también es necesario reconocer a las mujeres de nuestras vidas, las que nos acompañan y guían. Nuestras abuelas con su sabiduría, nuestras madres con su amor, nuestras amigas, esas que están siempre de nuestro lado, sea cual sea ese lado, nuestras hermanas o nuestras compañeras de trabajo que ayudan a sostener nuestro día a día. Las huellas de todas ellas también hacen de cada una de nosotras quienes somos.

Y, aun así, un año más sigue siendo necesaria la reivindicación. Porque todavía queda mucho por hacer en múltiples campos, como el de la educación, donde nos enfrentamos al gran reto de la formación igualitaria de las niñas en el mundo. O, por ejemplo, en el ámbito laboral, donde todavía hay que seguir avanzando en equidad, para continuar reduciendo brechas económicas y sociales. Y, por supuesto, tampoco podemos olvidarnos del hecho de que la mayoría de las víctimas en conflictos bélicos, activos y pasados, han sido y son mujeres.

¿Y qué pasa con la salud física y mental?

Entre todos los retos a los que nos enfrentamos, hay uno que suele pasar desapercibido: la toma de conciencia sobre la necesidad de cuidarnos. Evidentemente, no hablamos solo de nuestro aspecto externo, algo que en lugar de convertirse en un aliado se ha transformado en una enorme fuente de exigencia, frustración e insatisfacción.

Nos referimos al cuidado global de nuestra salud física y especialmente, atender los trastornos de salud mental, la gran lacra del siglo XXI. Según datos de la OMS1 la depresión es un 50 % más frecuente en mujeres que en hombres, así como la ansiedad, que tiene mucha más incidencia y prevalencia en mujeres2.

Hemos confiado por encima de nuestras posibilidades en esa capacidad biológica de hacer varias cosas a la vez, algo que nuestro cerebro nos otorga gracias a un mayor grosor y ramificación de nuestro cuerpo calloso, o estructura que separa los hemisferios cerebrales y los conecta3. Tanto nos hemos abandonado a este principio, que lo hemos llevado al extremo, haciendo o intentando realizar infinitas actividades hasta llegar al agotamiento, olvidándonos muchas veces de que somos simplemente humanas. Toda esa carga lleva implícita una falta de capacidad para desconectar, relajarnos y volver a nuestra esencia, dejando a un lado a la profesional, la madre, la hija, la amiga o la pareja que casi todas estamos obligadas a ser para mantener el equilibro familiar.

No es el único aspecto en el que la biología nos diferencia, y algunos puntos no nos ayudan. Por ejemplo, a las mujeres nos cuesta mucho más apagar las preocupaciones, al menos las cotidianas, porque la zona de toma de decisiones y valoración de opciones en el cerebro femenino es mayor que en el masculino, y eso debemos entenderlo y aceptarlo para no acumular más problemas de los necesarios.

En nuestra esencia evolutiva, y también en nuestra trayectoria social, está la entrega, algo que también hemos explotado al máximo. Tanto, que la mayor parte de las veces nos relegamos a nosotras mismas en beneficio del bien común, sacrificando tiempo para recargarnos, tiempo para respirar, para caminar con el único sonido del latido del corazón.

Aunque todos los tiempos han sido nuestro tiempo, este lo es especialmente. Un momento histórico que debemos aprovechar para sentar bases firmes y, sobre todo, sanas. Para cuidarnos primero y poder ayudar después, para realizarnos profesionalmente sin tener que renunciar a nada, y para disfrutar de la vida personal elegida por cada una, sin culpa, y sin presión.

Por 365 días de la mujer.


1Depresión - Datos y cifras | OMS
2Trastornos de ansiedad | OMS
3Neuropsicología y género | Scielo

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