Si tuviéramos que definir el año 2020, nadie dudaría en denominarlo el año de la pandemia. Pero, si acotamos esta definición exclusivamente al terreno de la inversión, probablemente la mayoría lo describiría como el año de la inversión ESG, es decir, la inversión que tiene en cuenta criterios medioambientales, sociales y de gobierno corporativo. La integración de estos criterios en las carteras de inversión ha sido una tendencia creciente en los últimos años, pero el ejercicio pasado fue el de su confirmación, con un aumento de los flujos hacia este tipo de productos y el respaldo de las rentabilidades, permitiendo que los inversores obtengan no solo beneficios a través de sus inversiones, sino también un impacto positivo en la sociedad.

Esta tendencia ha sido impulsada tanto por los inversores institucionales, con las grandes gestoras a la cabeza, como por los inversores particulares, e incluso por las propias instituciones oficiales y gobiernos, que han recurrido a instrumentos ‘verdes’ y ‘sociales’ para financiar las ayudas y los planes de estímulo a raíz de la COVID-19. Sin ir más lejos, el programa de reconstrucción económica "Next Generation EU" recoge que un 30 % de su presupuesto estará ligado a proyectos de transformación medioambiental1. También se ha alcanzado el denominado European Green Deal, que permitirá alcanzar en 2050 una economía sostenible y neutra en emisiones de gases de efecto invernadero.

El apetito por los Fondos ESG, en niveles récord

Así, según los datos de Morningstar, los activos invertidos en fondos sostenibles (gestión activa y pasiva) a nivel global alcanzaron un récord de 1,65 billones de dólares a finales de diciembre de 2020, dejando patente que la pandemia también ha cambiado los hábitos de inversión. De hecho, los fondos ESG pueden presumir de haber ‘aguantado el tipo’ y atraído capital incluso en el peor periodo de la crisis sanitaria. Europa, el mercado líder en este terreno, acapara el 80 % del universo de los fondos sostenibles. Y además, encabeza las entradas en este tipo de productos, con suscripciones que en 2020 multiplicaron por cinco las de hace tres años y duplicaron las de 2019, al alcanzar los 273.000 millones de dólares2.

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Derribado el mito de la menor rentabilidad

Y no solo se ha incrementado la conciencia social de los inversores. Además, estos productos han conseguido librarse de la etiqueta de "menos rentables" que arrastraban hasta ahora. De hecho, en 2020 los activos ESG han logrado batir a sus competidores no ESG. Por ejemplo, el índice MSCI Europe ESG superó la rentabilidad del MSCI Europe al ganar un 9,95 % en 2020 frente al 5,93 % del índice no sostenible3.

Los expertos consideran que esta brecha de rentabilidad entre activos ESG y los que no lo son continuará ampliándose en el futuro por varias razones, como por ejemplo el hecho de que la introducción de criterios ESG reduce potenciales riesgos extrafinancieros, ya que suelen ser compañías bien gestionadas que valoran a sus accionistas, empleados y su impacto en la sociedad. Asimismo, la mayor conciencia social por este tipo de cuestiones propiciará que cada vez más los inversores dirijan los flujos hacia este tipo de activos y aumente la demanda. Especialmente, si se convencen de que invertir en un futuro mejor es rentable.

Por último, también continuará aumentando la oferta, tanto a nivel de producto, como a nivel de las emisiones en el caso de la renta fija (por ejemplo, bonos verdes o sociales) y de un mayor grado de cumplimiento de estos criterios por parte de las empresas para poder seguir estando dentro del universo de inversión de los fondos en lo que respecta a la renta variable.

No en vano, a partir del próximo 10 de marzo, las gestoras de fondos europeas deberán informar de sus políticas sobre la integración de los riesgos de sostenibilidad. Asimismo, las instituciones del Viejo Continente están trabajando en la denominada taxomomía verde, mediante la que las compañías tendrán que publicar el porcentaje de su negocio e inversiones en actividades verdes o sostenibles para evitar un greenwashing por parte de las empresas.

Teniendo todo esto en cuenta, se podría decir que el año pasado la inversión ESG alcanzó un punto de no retorno y que 2020 se recordará, entre otras cosas, como el año del impulso definitivo para la inversión sostenible.


Artículo publicado el 22 de febrero de 2021

1Plan de recuperación para Europa
2Datos de Morningstar
3MSCI Europe ESG Leaders Index (USD)

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